Entre tú y yo era invierno
y faltaban varios meses todavía.
Se escondía marzo tras los muros
y el amor era un futbolista brasileño
experto en el regate,
que fintaba y nos hacía tropezar torpemente.
Pero hubo desalojo inmediato,
sacamos a rastras al malhumor de nuestras casas
y comenzamos a escribir mensajes
en lugar de borrarlos
y el zapato de cristal resultó ser tuyo
y todo se convirtió en una fábula
y los dos, embobados,
nos hinchamos a perdices y a follar
y todas esas cosas que dicen
que no se deben contar en un poema.
En resumen,
que me muero por tu boca,
que te mueres por mis ojos.
MARWAN
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