Estoy aprendiendo
a habitar estos días
previsibles
en los que siempre
me levanto a las 7:30
y desayuno siempre
un tazón de leche
con galletas. Estos
días ni tristes
ni alegres
de los que uno no
espera gran cosa.
Ya es bastante
si el día amanece
soleado,
y sigo respirando
otras veinticuatro horas,
y no sufro ni
provoco sufrimiento a otros,
y tengo una
compañera
a quien agarrar de
la mano,
y algunos poemas que
llevarme al alma
antes de preparar el
despertador
para que suene a las
7:30
y apagar la luz.
JACOB IGLESIAS
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