Todo lo perdí


Todo lo perdí, salvo tu nombre.
Lo demás se me ha ido poco a poco:
sudores y palabras, cortas noches,
la copa del encuentro, negros días,
los lunes del pecado, los hoteles
sin vino y la esperanza del invierno.

Todo fue como el aire de la vida,
la luna acorralada, el tiempo en blanco,
las caricias de amor y los papeles
con versos y las cartas del olvido.
Las dudas ante el beso, la alegría,
el amor a las tres de la mañana.

En todo estabas tú, aunque no eras:
la atracción de los cuerpos y la sangre
golpeando el rincón de los insomnios.
Las calles para andar en tu costado,
la cintura, los lazos de la carne,
el camino hacia donde y hacia cuando.

Por allí–y allí mismo- estaba el frío,
las tardes de domingo, el sueño a solas,
las manos como fuego, tiernos labios,
el abrazo del miedo, las llamadas,
teléfonos sonando en la penumbra,
el cielo protector cuando tú estabas.

Y todo lo perdí. Ya no me queda
más que el nombre, tu nombre que es ahora
el recuerdo lejano de un instante.

RODOLFO SERRANO

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